Mi Rincón de Fantasía

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Augustus Hare: La Granja Croglin.

jueves, 27 de agosto de 2009



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La Granja Croglin (Croglin Grange) es una leyenda de vampiros proveniente de la autobiografía del escritor inglés Augustus Hare; aunque habitualmente se la presenta como un relato de vampiros.

En parte puede tomarse como un cuento fantástico; pero su autor nos lo presenta como un hecho real. De hecho, el relato es apenas un fragmento de su autobiografía: The story of my life; publicada entre 1896 y 1900. Luego fue absorbido por las antologías de literatura fantástica; llamando a esta leyenda La Granja Croglin.

Aquí se nos presentan algunas circunstancias que parecen insalvables en todo cuento de terror: La mansión campestre y el aislamiento (de todo salvo del inevitable cementerio). Todo parece normal hasta que una noche, la dama de la casa observa una extraña criatura en el jardín; como una silueta hecha de un vapor oscuro, que va adquiriendo formas espantosas a medida que se acerca a la ventana.

Es curioso que Augustus Hare consigne esta leyenda en su biografía. No obstante, no es extraño que la creencia en vampiros haya persistido en Inglaterra en aquel período. Incluso hoy, cualquier inglés está familiarizado con el Vampiro de Croglin Grange, o el Fantasma de Croglin; y ya sabemos cómo el espíritu insular hace de los ingleses una excelente fragua para toda clase de leyendas.

Personalmente, lo que rescato de este cuento es la última línea; síntesis notable de que debe hacerse en presencia de un no muerto.


La Granja Croglin.
Croglin Grange; Augustus Hare (1834-1903)


El Capitán Fisher nos contó esta historia extraordinaria, conectada con su propia familia.

-Fisher, -dijo el capitán- puede sonar un nombre plebeyo, pero su familia es de antigua estirpe, y por varios siglos poseyeron un curioso lugar en Cumberland, que tenía el extraño nombre de Granja Croglin. La característica de la casa era que nunca, en ningún período de su larga existencia, ha habido más que un alto, aunque siempre tuvo una terraza desde la cuál grandes terrenos se extendían hacia donde había una iglesia, y desde donde se tenía una gran vista.

A lo largo de los años, los Fisher acrecentaron su fortuna y número en la Granja Croglin. No quisieron cambiar los detalles del lugar construyendo otra torre, y se marcharon hacia el sur, para residir en Thorncombe, cerca de Guildford, dejando la Granja Croglin.

Los Fisher fueron afortunados con sus inquilinos, dos hermanos y una hermana. Ellos escucharon sus encomiables palabras acerca de todos los cuartos. Sus vecinos eran buenos y gentiles, les dieron una gran bienvenida. Por su parte los nuevos inquilinos se vieron muy a gusto en la nueva residencia. Era como si la Croglin hubiese sido hecha para ellos.

El invierno pasó felizmente para los nuevos habitantes, quienes compartían los placeres sociales, haciéndose muy populares. Al otro verano, hubo un día, muy particular, de terrible calor, casi insoportable. Los hermanos estaban bajo un árbol, con sus libros. Habían cenado temprano, y luego se sentaron en el porche, disfrutando del aire fresco de la noche, y observaron la puesta del sol, y la salida de la luna sobre las copas de los árboles que separaban los campos del cementerio de la iglesia.

Cuando se separaron por la noche, cada uno se retiró a su cuarto en la planta baja (no había escaleras en esa casa), la hermana sintió que el calor era tan intenso que no podía dormir y habiendo trabado su ventana, apoyada en sus almohadones, se quedó viendo la espléndida belleza de esa noche. Gradualmente, notó dos luces, dos luces que parpadeaban, entre los árboles que separaban el jardín de los campos de la iglesia; y, a medida que su vista se posó en ellas, las vio emerger, y componerse en una sustancia oscura, horrible, que parecía acercarse más y más, aumentando en tamaño a medida que se aproximaba. Durante algunos momentos se perdía entre las sombras que se extendían por el jardín, desde los árboles, y luego volvía a emerger, más grande que antes, y aún avanzando. Mientras observaba, el más incontrolable horror se apoderó de ella. Intentó salir, pero la puerta estaba cerrada y la ventana también, y aún la cosa se acercaba a ella. Trató de gritar, pero su voz estaba paralizada, su lengua pegada al paladar.

Ella nunca pudo explicarlo: el terrible objeto pareció volverse sobre un lado, como si fuera a rodear la casa. Inmediatamente ella saltó de la cama y acometió contra la puerta; y mientras trataba de destrabarla comenzó a escuchar scratch, scratch, scratch, contra la ventana, y vio un horrible rostro marrón con ojos ardientes que la miraba. Aterrorizada, regresó a la cama, pero la criatura continuaba rascando la ventana, scratch, scratch, scratch. Sintió una especie de alivio cuando se convenció que la ventana estaba bien cerrada desde el interior. Súbitamente el rasqueteo cesó, y se escuchó una especie de sonido como de picotazo. Luego, en su agonía, ¡se dio cuenta que la criatura estaba picando la unión de los vidrios! El ruido continuó, y un panel de vidrio cayó dentro de la habitación. Luego el largo y huesudo dedo de la criatura ingresó y giró la manija de la ventana. La misma se abrió, y la criatura entró en la habitación, y el terror de la chica fue tan intenso que no pudo gritar. La criatura entrelazó sus largos dedos en el cabello de ella, y comenzó a arrastrarla por la cama. En esta situación violenta se hirió la garganta.

Cuando pasó esto, su voz se liberó, y gritó con todas sus fuerzas. Sus hermanos se despertaron, pero la puerta estaba cerrada por dentro. Fueron a buscar un atizador y rompieron la cerradura y entraron. Entonces la criatura ya había escapado por la ventana. Ella sangraba por una herida en la garganta, y yacía inconciente a un lado de la cama. Un hermano persiguió a la criatura, que corría bajo la luz de la luna, hasta que desapareció sobre el muro de los límites del camposanto. El hermano regresó junto a su hermana. Ella estaba malherida, y estuvo por morir; pero era de disposición fuerte, no se dejaba llevar por el romance o la superstición, y cuando volvió en sí, dijo:

-Lo que pasó fue extraordinario, y estoy herida. Me parece inexplicable, pero por supuesto habrá una explicación, y tenemos que encontrarla. Debe ser que algún lunático ha escapado de un asilo y ha venido hasta aquí...

La herida curó, ella se recompuso, pero el doctor que fue a atenderla no podía creer que se hubiese recuperado de tan terrible shock tan fácilmente, e insistió que ella tenía que cambiar de paisaje; así que su hermano la llevó a Suiza.

Siendo una chica sensible, cuando fue al extranjero, se interesó por las novedades locales: secó plantas, hizo dibujos, escaló montañas, y, cuando llegó el otoño, fue quien urgió a sus hermanos de regresar a Croglin. -La tenemos desde hace siete años, -dijo- y solo hemos estado allí uno. Siempre hemos tenido dificultades para encontrar casas con solamente un alto, así que será mejor que regresemos. Los lunáticos no se escapan todos los días.

Y como ella los urgió, regresaron a Cumberland. Ya que no había escaleras en la casa, les fue difícil hacer grandes cambios en su disposición. La hermana ocupó la misma habitación, aunque jamás volvió a dejar abierto los postigos. Los hermanos tomaron la habitación opuesta a la de su hermana, y siempre tenían pistolas cargadas.

El invierno pasó pacíficamente. En marzo, la hermana se despertó una noche por un sonido que le recordó el scratch, scratch, scratch, sobre el vidrio de la ventana. Y mirando a la ventana, pudo ver en el panel superior, el mismo rostro marrón, horripilante y arrugado, con ojos brillantes, mirándola fijamente. Esta vez gritó tan fuerte como pudo. Sus hermanos salieron del cuarto, con las armas en la mano, y vieron que la criatura huía por el jardín. Uno de ellos hizo fuego y le dio en una pierna, pero la cosa siguió corriendo, hacia la pared de la iglesia, donde desapareció dentro de una bóveda que perteneció a una familia que habíase extinto hacía mucho tiempo.

Al siguiente día los hermanos llamaron a todos los inquilinos de Croglin, y fueron a abrir la bóveda. Una horrible escena se reveló. La bóveda estaba repleta de cajones; todos rotos, y sus contenidos horriblemente despedazados y desfigurados, esparcidos en todo el piso del lugar. Un solo ataúd permanecía intacto. Levantaron la tapa y ahí estaba, marrón, reseco, arrugado, momificado, pero aún entero, la misma horripilante figura que se veía por la ventana de Croglin, con la marca de un reciente disparo en la pierna.

Hicieron lo único que podía hacerse con un vampiro: lo quemaron.


Augustus Hare (1834-1903)

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